Dijo que nada, llorando, mirando la ventana.
Reí, no de malo, solo que ahí había algo malo,
Algo más oscuro que el pensamiento humano.
Me miro cinco segundos y me grito idiota.
La abracé y le dije que solo era “su” idiota.
Ella lloraba y le conté que mis errores enmendé.
Ahora todo cambiaría, pues mis estrellas cambié.
La noche se fue, mas el sol nunca llegó,
Las nubes lo cubrían todo, la luz murió.
Y el suelo, empapado en llanto divino,
Era el escenario perfecto de lo vivido.
Ella creía que ya tiempo no nos quedaba,
Y yo, ante todo eso, solo lo negaba.
El tiempo estaba, pero iba de prisa,
Tanto que ya no quedaba para las risas.
Y ella me contó lo que sentía, lo que pasaba,
Lloraba, pues sabía que de mí ya nada sobraba.
Volví a reír, mientras mis ojos de agua colapsaban.
Le di un beso sazonado por saladas lágrimas
Mientras esperábamos la llamada a ser ánima.
Así que pensamos como podría escapar,
Pero estaba oscuro, así que no la vimos llegar.
La Parca se sentó a nuestro lado, me iba a llevar.