Bienvenid@ a mi sueño.

Los sueños nunca mueren. Muren los que no son sueños, mueren los que quieren morir.

7.8.14

Despedida.(I)

Esta un idea que tome de otra persona y es un proyecto que espero terminar. 


Efectivamente, he muerto. Morí porque, como dijiste, no puedo imaginar una vida donde tú no estás, y después de lo que hemos pasado, sé que no estarás. Ya es tarde y es impertinente para algunos que siga hablando de esto, pero debo contar nuestra historia, la que muchos dirán que es una vil imitación de Romeo y Julieta, pero la gran diferencia es que ellos murieron en su propia ley, mientras que yo he muerto en una cama, desconectado de los cables que facilitaban  mi vida y que te permitían verme. Si escribo esto, es porque quiero que recordar una última vez todo lo que fuimos y que jamás seremos.
Apenas recuerdo donde te conocí, pero te vi en algún lugar con más gente pero entre todos resaltabas  tú, porque parecías perdida y con tus ojos mirabas asustada, o tal vez nerviosa, a todo quien pasaba al lado o frente a ti. Quería acercarme, preguntarte si podía ayudarte, si es que estabas perdida y millones de cosas, pero solo te vi como una cara bonita en la multitud, así que me quede en mi posición y no hice nada. Pero como en la típica película romántica, como el típico cliché, nuestras vidas se juntarían en esas circunstancias que nadie espera, a no ser de que sea en un libro, una película o en cualquier cosa así. Recuerdo que era temprano e iba caminando cerca de la biblioteca y tropecé con alguien. Para mi fortuna, esa eras tú.
-Lo siento, -dije inmediatamente- no me di cuenta por donde iba, este celular me tiene atrapado. Lo siento.
-No te preocupes, no pasó nada. -decías mientras sonreías- Además, es típico que la gente no mira cuando están pendientes de sus celulares.
Yo estaba sorprendido por tu tranquilidad, sonrojé y traté de seguir la conversación:
-De verdad lo siento, prometo que jamás volverá a pasar. Oh, me llamo Alejandro, ¿y tú? –dije sonrojado, con esa risilla estúpida que tenía cuando me ponía nervioso.
-Anastasia, ese es mi nombre.
-Lindo nombre, como el de la hija del último Zar Ruso…
Y eso es todo lo que recuerdo de cuando te conocí, después de eso solo tengo una imagen de nosotros caminando por los alrededores, mientras te acompañaba  a donde debías ir, que en todo caso, no recuerdo.
Un par de semanas después de ese hecho, ya estábamos saliendo. Todo era bastante similar a los sueños, nada parecía real estando contigo, era realmente vivir en el cielo. Nos gustaba mucho ir al cine, salíamos a comer cualquier estupidez que nos diera la gana y siempre hablábamos estupideces de las que reíamos y nunca tomábamos en serio. Pero el tiempo pasaba y lo que era nuestro sueño, lentamente se iba desmantelando en los pedazos de una máquina que funcionaba cada vez más lenta.
Las cosas no andaban bien entre los dos, la pequeña gran distancia que nos separaba y el hecho de que no podíamos conversar a no ser de que fuera en persona nos cansó, pero luchamos para que no se cayera lo que teníamos. Luchamos por eso que queríamos, peleamos por eso que queríamos. Recuerdo una pelea que tuvimos:
-¿Dónde estás?, ¿estás conmigo o no? Ya no te oigo, parece que estuviera solo cada vez que estoy contigo y cada vez que te pregunto qué te pasa, rompes en llanto y luego te abrazo y me repites que estás loca, que no entiendes como yo puedo estar contigo y después te digo que es porque me importas más que todo, porque me gustas, porque te encuentro hermosa, porque eres todo lo que he querido, porque tienes defectos y virtudes que adoro, -aquí casi rompo en llanto- porque te amo. Pero, ¿solo yo siento esto? Por favor, dime algo… No puedo seguir con este sentimiento de estar perdido y no saber si esto está bien. Dime algo, por favor.
-No lo entenderías, no creo que entiendas que pasa por mi cabeza. Pero si me siento como tú, te adoro con el corazón, pero… -comenzaste a llorar- Pero tengo miedo de enamorarme perdidamente de ti y que luego te vayas. Tengo miedo a sufrir y cada vez que me pongo a llorar es lo mismo.
-Entonces, ¿Qué quieres hacer?, ¿quieres correr e irte lejos para que ninguno sufra? Bueno, ya es muy tarde para eso, si te vas los dos sufriremos, lo superaremos y seguiremos con nuestras vidas teniendo siempre el recuerdo de lo que teníamos.
-Creo que ahora solo quiero irme. Lo siento, pero necesito pensar en mí.
Y saliste corriendo.
Pasaron un par de días. No tenía noticias de ti y mi amigo/hermano Ignacio estaba ahí conmigo, mientras me tomaba una botella de ron. Si, estaba mal y actué como un real pendejo.
-Esta es una pregunta idiota, pero ¿estás bien Ale? –me preguntaba Ignacio- Ya van seis días, y llevas cuatro borracho y apenas consciente. Me estás preocupando.
-¡Soy joven! Déjame tomar tranquilo y te juro que no molestaré a nadie. –Esa era mi respuesta a cualquier comentario de cualquier persona, no escuchaba a nadie.
-Ven compadre, vamos a dar una vuelta.
Y yo medio inconsciente le dije que sí. Y ese fue el mejor error de mi vida.
-Llegamos. –me dijo después de despertarme.
-¿Dónde estamos? ¿y mi botella? ¡Dame mi botella!
-Tranquilo. Fíjate bien donde estamos.
-¡¿Me trajiste donde la Anastasia?! –le grite entre asustado y amargado.
-No idiota, fíjate bien. Estás bien borracho, pero abre bien los ojos.
Mi gran amigo me había llevado donde tus padres. El gran idiota los había llamado de mi celular y les dijo que tenían que ver algo. Claro, tenían que verme destruido y siendo más miserable que nunca.
-Ya, bájate Ale. Anda a hablar con ellos, yo te espero aquí. Además te están mirando. –me dijo Ignacio sonriendo de oreja a oreja.
Me baje del auto y caminé como pude a la puerta de la casa, donde me esperaban tus papas.
-Te veo bien muerto, pero como ya sabíamos que venias en este estado, toma.- me paso una taza de café tu mama y hecho una risilla.
-Mira hijo, sé que estás mal, pero no puedes seguir así. Lo único que sacas es dar pena y alejar a quien quieres. La Ana debe saber cómo estás y conociéndola, no sacas nada. Mejor ponte los pantalones y háblale. –tu papa lo dijo con un tono que mezclaba tristeza y enojo.
-Pero ¿Por qué siempre soy yo el que tiene que dar el paso? ¿Ah? Siempre soy yo el que tiene que hablar cuando peleamos y pedir perdón. Al final el que está loco por ella soy yo y ella parece no importarle. ¿Cómo me puede pedir que vuelva a eso? Al final vamos a terminar igual. –les dije mientras sentía como el café me daba un poco de vida.
Recuerdo que estaba mareado por el alcohol y que, si bien, el café me hacía sentir bien, no aguanté las ganas de vomitar y salí corriendo al baño. Qué situación más desagradable… En la casa de mis ex suegros y yo en el baño vomitando porque había estado tomando porque tenía el corazón roto, y todo por culpa de su hija.
Al rato volví del baño y me esperaba tu papa sentado en la mesa y tu mama llevaba un plato con las galletas que ella hacía.
-Mira hijo, déjame explicarte el porqué de varias cosas. Primero, mi hija no es como es por las puras. Hay un trasfondo que no conoces…
-Pero, ¡díganmelo! –me empezaba a enojar entre el silencio y la inquietud del ambiente.
-Primero, yo no soy su padre biológico. Yo me case con Melisa cuatro años después de que su padre biológico las dejara a las tres. Anastasia tenía ocho años cuando su papa las dejo. Por eso debe temer tanto al abandono. Esa es la única razón que se me ocurre respecto a eso.
-No sabía nada de eso… ¿Por qué no me lo habrá dicho?  Pero tengo una duda. Dijo que dejo a “las tres”…-dije con la cara de duda más grande que alguna vez tuve- ¿Cómo es eso?

-Yo tenía dos hijas… -los ojos se le llenaron de lágrimas a mi suegra- Yo tenía dos hijas, Anastasia y María. María se suicidó cinco meses después de que su padre nos dejara. Ella tenía diez y siete años. Tenía un novio y el bastardo la dejó porque cuando nos dejó su padre nuestra economía se fue a piso y ya no podía darse los lujos de antes. Él se aburrió y María se colgó a la semana, porque todos los que ella amaba la abandonaban…- No pudo seguir hablando, estaba destruida. 
Creative Commons License
Estas obras son propiedad de Daniel Parra Carrillo y es publicada bajo una licencia Creative Commons.